Cada vez más personas desarrollan sensibilidad cutánea. El estrés emocional y físico, la mala alimentación, el abuso de medicamentos, malos hábitos como fumar o beber…. En el cuerpo todo está relacionado.
Una piel sensible necesita mucha protección, una limpieza adecuada, principios activos específicos y ciertos cuidados que no tienen nada que ver con otros tipos de piel. Una piel sensible si no se cuida a la larga puede derivar en una piel hipersensible y problemática, además de antiestética.
¿De jovencita tenías un tono rosado muy bonito en las mejillas? ¿Qué ha pasado con el paso de los años? Si no has cuidado tu piel, ese sonrojo habrá ido evolucionando con el paso de los años hasta que empiezan a aparecer capilares. Con la aparición de estos capilares empiezan a aparecer las primeras molestias, y si sigues sin cuidar tu piel de modo adecuado derivará en capilares aún más grandes y morados, muy visibles, capaces de crear verdaderos problemas muy molestos y desagradables.
Empieza provocando incomodidad, sensación de tirantez, malestar ante los cambios bruscos de temperatura, picores, quemazón, ardor, fuego…. A la larga puede provocar eczemas, o dermatitis, incluso dermatitis seborreica.
Si no quieres tener problemas con tu piel no lo retrases más, nunca encontrarás un mejor momento que este para tomar las riendas y aprender a cuidarla y protegerla.